lunes, 6 de febrero de 2012

Nuestro propio cielo

He sido funambulista
cruzando a tientas la cuerda,
que unía mi pasado a tu presente.

La misma cuerda que une los lunares de tu espalda
para hacer de ellos el cielo estrellado
al que envío mis deseos
en forma de arañazos.

Y no hay más patria que esta habitación,
que este suelo cubierto de la ropa
que hace unas horas camuflaba tus recodos
celosa de la belleza de tu desnudez.

Por qué no confesar, entre calada y calada,
que tu cuerpo es el templo
donde sacrifico mis nostalgias
y vislumbro mi futuro;
el templo que acoge mis pecados
y los envuelve en una nube de humo
que se va por la ventana
hasta más ver.

Y yo, que me lleno de luz,
te conduzco a un túnel, a una espiral,
en la que sólo a oscuras
soy capaz de jactarme
de barbaridades tales
como la de haberte querido
desde hace 6 vidas
y seguir aún amándote
en esta última.

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