Te has despedido bañado en café con hielo
y en el humo de tu última calada
has dibujado una interrogación
como pidiéndome que seque de golpe
todas las lágrimas que unirán
nuestros portales hasta que volvamos a vernos.
Mi nostalgia prematura ya te echa de menos,
y yo, que me postro ante cualquier sentimentalismo
garabateo planes para ti y para mí,
en algún lugar amable
donde podamos debatir sobre
qué lunar de tu espalda me gusta más
o cuál es tu postura favorita.
Quizás trivialidades con las que matar el tiempo
antes de que el tiempo nos mate a nosotros.
O quizás meras tretas para entretenerte,
y entonces,
cuando anochezca y las farolas se ahoguen tras las
persianas
poder decirte
que mi utopía se reduce a un domingo por la mañana
con tu ropa y la mía tirada por el suelo
dibujando océanos de orgasmos
dibujando océanos de orgasmos
en los que nos hundimos la noche anterior.
Hasta entonces, sacudo mi mano a lo lejos,
viéndote desaparecer entre la multitud
y preguntándome
si sentirás estas mismas punzadas
a cada baldosa que avanzas
en dirección contraria a la mía.
Au revoir.