viernes, 16 de diciembre de 2011

A mis brazos

Se nos encogieron los recodos.
Autoridades anunciaron la tormenta
y nuestro paraguas estancado aún
en el invierno pasado.

Un viento huracanado nos levantó las vergüenzas
dejando al descubierto los desechos de un presente
que aspira a descongelar las nostalgias de algún futuro.

En bolsa suben los reproches
a costa de un par de te quieros mal formulados.
Las palabras corren como ríos de tinta,
y a su paso, presas lagrimales
estallan en mil cristales de luz.

Diez horas de tormenta con imperfectos desperfectos.
Más ésta no traspasa los muros de un soñar
por haber alcanzado lo anhelado
en mitad del tiempo de descanso.

Y es que la unión de las almas no necesita de impermeable
pues no es ni aquí ni ahora,
como tampoco será allí o después.
Se trata de algo que en un tiempo y espacio paralelo
ha asegurado el cruce de nuestros caminos.

Este viento huracanado en mitad de la tormenta
es sólo una señal
de que aún compartimos el mismo cielo.

La tormenta nos congeló los latidos por un instante.
Ahora el mío se derrite por vosotras.
Sólo queda, entonces, regocijarse en la calma
que sigue siempre a la tempestad.


CUCs



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